Canciones para depués de una guerra (1971) es una película documental del director Basilio Martín Patino, basada en la España de posguerra. A través de una mezcla de documentales de época, sobre todo de NO-DO, fragmentos de filmes, recortes de prensa, fotografías, anuncios publicitarios y 45 canciones de moda de la posguerra española, se narra con una división en capítulos el periodo histórico de España que abarca desde el final de la Guerra Civil hasta la firma del primer tratado con los Estados Unidos en 1953.
El documental es una radiografía implacable, emotiva, lúdica, de aquel tiempo, aquella posguerra. Una propuesta original, en complicidad con el espectador, juego de ritmos, imágenes y sonidos, sutiles asociaciones mentales, sin necesidad de recurrir a ninguna convención argumental. La magdalena proustiana que activa sus mecanismos interiores consiste en un collage de signos naïf, rescatados de la escombrera del olvido: cantares de patio de vecindad, de exaltación patriótica, de devoción religiosa, de formación escolar o de tugurio; tebeos infantiles, anuncios radiofónicos; escenografías del hambre, del miedo, de la desolación. Y la más paradójica necesidad de cantar, llevados del impulso por sobrevivir.
Insólito y audaz espectáculo, libre, disidente respecto a toda normativa, académica o industrial, política o estética. Tuvieron que prohibirla durante años, inútilmente, hasta la muerte del dictador. Estremeció a cientos de millares de españoles de todas las edades y conformaciones. Es el ‘después’ de nuestra guerra, -de cualquiera de las guerras-, su reverso desmitificador que objetiva, tántos años después, los restos del naufragio.
El documental es una radiografía implacable, emotiva, lúdica, de aquel tiempo, aquella posguerra. Una propuesta original, en complicidad con el espectador, juego de ritmos, imágenes y sonidos, sutiles asociaciones mentales, sin necesidad de recurrir a ninguna convención argumental. La magdalena proustiana que activa sus mecanismos interiores consiste en un collage de signos naïf, rescatados de la escombrera del olvido: cantares de patio de vecindad, de exaltación patriótica, de devoción religiosa, de formación escolar o de tugurio; tebeos infantiles, anuncios radiofónicos; escenografías del hambre, del miedo, de la desolación. Y la más paradójica necesidad de cantar, llevados del impulso por sobrevivir.
Insólito y audaz espectáculo, libre, disidente respecto a toda normativa, académica o industrial, política o estética. Tuvieron que prohibirla durante años, inútilmente, hasta la muerte del dictador. Estremeció a cientos de millares de españoles de todas las edades y conformaciones. Es el ‘después’ de nuestra guerra, -de cualquiera de las guerras-, su reverso desmitificador que objetiva, tántos años después, los restos del naufragio.
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