miércoles, 24 de septiembre de 2008

Promesas.

Promesas (Promises, 2001) es un documental de Justine Shapiro, B.Z. Goldberg y Carlos Bolado, que narra las vivencias de un grupo de siete niños israelíes y palestinos entre los años 1995 y 1998.
Siete testimonios infantiles sobre lo que significa crecer en Jerusalén. Yarko y Daniel son dos mellizos israelíes interesados en el ejército, la religión y el volley-ball. Mahmoud es rubio, de ojos ozules y partidario de Hamas. Le enseñan el Corán en el colegio como un manifiesto por la causa palestina. Su familia es dueña de una tienda de café y especias en el barrio musulmán de la ciudad vieja desde hace 3 generaciones. Shlomo, un niño judío ultra-ortodoxo reza ante el muro occidental. Shlomo estudia el Torá 12 horas al día. Sanabel, una refugiada palestina, proviene de una familia de "modernos" árabes secularizados. Es bailarina y cuenta la historia de su pueblo a través de la danza tradicional palestina. Su padre, periodista, permaneció encarcelado en una prisión israelí durante dos años sin juicio. Faraj es un refugiado palestino que vive en el campo de refugiados de Deheishe. A los cinco años vio cómo un soldado israelí mataba a un amigo suyo. Moishe, un colono israelí de extrema derecha resume la esencia del conflicto: "Dios dio a Abraham la tierra pero los árabes llegaron y se apoderaron de ella".
Los niños se conocen. Cuando Yarko y Daniel ven una foto Polaroid de Faraj surge su curiosidad. Preguntan: "¿Por qué no le visitamos?". Faraj no quiere saber nada de los niños israelíes hasta que Sanabel le reta: "No conozco a ningún niño palestino que haya intentado explicar nuestra situación a un israelí". Dando un paso que coge por sorpresa a los cineastas (y al público), Faraj inicia un encuentro con Yarko y Daniel. Los mellizos viajan al campo. Es la primera vez que han conocido a alguien del "otro lado". Comparten una comida y empiezan a intimar. Pero la promesa de amistad tiene corta duración dado que los obstáculos culturales y físicos frustran sus esperanzas de intimar. Dos años más tarde en un reflexivo y honesto epílogo, los niños, ahora de trece y quince años, comparten sus puntos de vista sobre "el otro", sus pensamientos sobre la posibilidad de conocerse y sus sueños para el futuro.

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