Iraq en venta: Los especuladores de la guerra (Iraq for sale, the war profiteers, 2006) es un documental de Robert Greenwald donde defiende la tesis de que el amor del gobierno de George W. Bush por la privatización está, lenta pero irrevocablemente, destruyendo los ideales democráticos de transparencia y responsabilidad.
Para su película, Greenwald entrevistó a presos iraquíes, militares estadounidenses, ex empleados contratados y funcionarios estadounidenses que denunciaron prácticas ilegales dentro del gobierno, como Bunnatine Greenhouse, ex encargado de contratos del Cuerpo de Ingenieros del ejército. También se sirvió de gráficos para mostrar las enormes ganancias que se embolsaron Blackwater, CACI, Halliburton y Titan, corporaciones que obtuvieron jugosos contratos para asistir a la invasión, la ocupación y la reconstrucción de Iraq. Así, Greenwald cuestionó la conveniencia de subcontratar a corporaciones dirigidas por civiles en busca de bienes y servicios necesarios para librar guerras, el privatizar la guerra para evitar los controles de los políticos escogidos democráticamente por los ciudadanos. Los mismos ciudadanos que financian la privatización de los servicios militares con sus impuestos. El privatizar las operaciones militares fuera de la ley para proteger a los responsables políticos de posibles repercusiones. El sistema de “puertas giratorias” que permite que los directivos del Pentágono puedan ser contratados, el día después de presentar sus dimisiones, en altos cargos y como consultores de las sociedades que venden sus servicios a las fuerzas armadas. ¿Qué se obtiene? Un sistema perfecto para la corrupción y la avidez, demostrada por los beneficiarios de las adjudicaciones estadounidenses en Iraq.
Para su película, Greenwald entrevistó a presos iraquíes, militares estadounidenses, ex empleados contratados y funcionarios estadounidenses que denunciaron prácticas ilegales dentro del gobierno, como Bunnatine Greenhouse, ex encargado de contratos del Cuerpo de Ingenieros del ejército. También se sirvió de gráficos para mostrar las enormes ganancias que se embolsaron Blackwater, CACI, Halliburton y Titan, corporaciones que obtuvieron jugosos contratos para asistir a la invasión, la ocupación y la reconstrucción de Iraq. Así, Greenwald cuestionó la conveniencia de subcontratar a corporaciones dirigidas por civiles en busca de bienes y servicios necesarios para librar guerras, el privatizar la guerra para evitar los controles de los políticos escogidos democráticamente por los ciudadanos. Los mismos ciudadanos que financian la privatización de los servicios militares con sus impuestos. El privatizar las operaciones militares fuera de la ley para proteger a los responsables políticos de posibles repercusiones. El sistema de “puertas giratorias” que permite que los directivos del Pentágono puedan ser contratados, el día después de presentar sus dimisiones, en altos cargos y como consultores de las sociedades que venden sus servicios a las fuerzas armadas. ¿Qué se obtiene? Un sistema perfecto para la corrupción y la avidez, demostrada por los beneficiarios de las adjudicaciones estadounidenses en Iraq.
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